Hasta hace unas décadas atrás hacer prosperar una marca era simple: hacer un buen producto, darse a conocer y esperar que la clientela llegue y propague su opinión sobre nosotros. Una receta poco complicada y siempre efectiva. Hoy, sin embargo, las cartas cambiaron y si bien el boca a boca sigue siendo importante, nuestro alcance se encuentra limitado si no acudimos a las redes sociales.

¿Por qué quedarnos con un cuadra o un barrio, cuando podemos llegar a toda una ciudad o hasta a un país? Las redes sociales y el marketing digital dan la premisa que el cielo es el límite, en sentido figurado. El que no está en las redes se encuentra frente a frente con un público muy pequeño y sin poder cuantificar tu alcance real.

El contenido es fuego, las redes sociales son la gasolina. Ryan Kahn.

Las propagandas televisivas y radiales solían ser las efectivas con su premisa de masividad, pero nunca sabíamos cuán efectivas eran y si realmente tenían el impacto necesario en nuestro cliente objetivo. El marketing digital, junto con las redes sociales, llega a revolver y reordenar este esquema de “mientras más, mejor” para cambiarlo por “mientras más específico, más efectivo”.

El poder llegar no sólo a las personas que nos interesa llegar sino que poder hacerlo sin las limitaciones geográficas, hace que nuestras pautas publicitarias sean más efectivas. Aunque la inversión sea la misma, el retorno es mayor.

Ya no alcanza con tener un buen producto o un buen servicio al cliente. Nuestra exposición al mundo del social media nos define y nos da a conocer. Estamos en una época donde la gente no busca la dirección en nuestras tarjetas personales, las busca en internet.

Un producto en un mostrador tiene llegada a nuestros potenciales clientes, pero un producto publicado en las redes tiene un poder inalcanzable. Como el fuego y la gasolina, tiene posibilidades de propagarse hasta el infinito.

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